12.5.10

Llámalo Equis

Todo se oscurece antes de que anochezca;
pero de repente sonrisas a tres voces, birra de por medio.

Sonrisas desquebrajadas que se ahogan en un vaso de papel, silencios efímeros
que no quieren decir nada.
Decadentes intentos por cumplir, vómito que envuelve todo el ambiente en una orgía de humo y sensaciones, asco y adoración en un mismo espacio.

Y te levantas para volver a caminar;
qué más da si zapato de tacón o andamos por casa
con las uñas sangrantes de tanto desgarrar recuerdos vacíos, con los pulmones fríos de respirar nicotina.

Mientras tanto, en la otra esquina de la habitación, alegres bailarines de la noche palpitan al son de Dylan y martirizan sus tabiques por un golpe de salvación.

Venga va. ya está. Bésame.
Mañana habrá tiempo de pensar en el porqué,
o no.
Quizás el presente es tan solo una absurda conjunción de burbujas ingrávidas
que se desvanecen.

Vuelvo a las siete de la mañana, ebrio, con mis gafas de sol. Me cruzo al hijo de puta del 4º, le zarandeo, le escupo, me desahogo y me voy. Porque tengo los santos cojones de poder demostrar lo que valgo.


Voy a pisar tan fuerte, que te revienten los tímpanos,
haré que se transforme en cenizas todo lo que siempre soñaste, que tus glóbulos rojos se desintegren como si el futuro, nunca hubiera formado parte del ayer.

Te follaré, y te mataré.
























(Memoria de 12 horas de un lunes. Laura, Chema y Eva. Somos cadáveres...exquisitos).